El
otro día, antes de comenzar un partido de la Copa del Rey, comenté con un compañero la
dificultad que podía tener un tenista como Federer a la hora de jugar contra
alguien como Del Potro. Al día siguiente, de hecho, se enfrentaron ambos,
perdiendo el suizo. Y eso me llevó a reflexionar un poco sobre ese tema: Los tenistas más altos del
circuito.
La presencia de
jugadores de elevada estatura cobra especial presencia en el momento actual de
la disciplina. Quiero repasar, con carácter general, los pros y contras que una
carga generosa de centímetros pueden tener en el juego. Contemplar la vida a vista de pájaro. El plano picado.
Contar con una perspectiva que ‘compite’ con la correspondiente al juez de
silla. En un deporte donde uno de los principales objetivos reside en hacer
volar una esfera sobre una cinta, contar con un extra de centímetros parece
suponer una ventaja de serie. Sin embargo, como muchos aspectos de la vida,
todo cuenta con luces y sombras.
Ventajas
Pique elevado de bola: Estamos inmersos en una era de
superficies ralentizadas donde el tempo de los intercambios tiende a desplazar
la aguja de velocidad a la izquierda. Las esferas rara vez surcan el aire a ras
de suelo sino que, con marcada frecuencia, levantan sus alas hacia el cielo. Así,
una cuota importante de las pelotas que alcanzan la línea de fondo llega en
altura considerable a las inmediaciones de devolución. Más cercanas a los
hombros que a las cinturas. En este sentido, la zona ideal de impacto ha ido
ganando centímetros con el paso de los años. Los tenistas con mayor estatura
tienden a encontrar en el pique elevado de pelota una contribución a la
comodidad.
Servicio: Quizá el aliado con mayor
representatividad. Generalmente, un tenista de gran estatura lanzará a mayor
altura la pelota, realizará el impacto de servicio a mayor altura y contará con
más margen para salvar la red con el primer servicio. La perspectiva con la que
cuenta es superior si la comparamos con la de aquellos compañeros a quienes la
naturaleza dotó de menos centímetros verticales. Siendo la potencia del
servicio una cuestión primariamente de técnica, las características anatómicas
contribuyen a desarrollar un arma deportiva intimidatoria. Muchos de los
cañoneros del tenis actual vienen acompañados por una estatura imponente.
Acciones de red: Se trata de un área del juego con menor incidencia que en épocas
pasadas. La pesadez creciente de las superficies desplaza el tono de la
conversación tras la línea de fondo, quedando la cuota de acciones cerca de los
nudos en un plano marginal. No obstante, ese retroceso posicional de la
actividad puede que convierta estas circunstancias de juego en algo
especialmente útil. Tener buena mano para colocar una esfera de corto
recorrido, obligará a un desplazamiento frontal terrible a un oponente
habituado a sobrevivir cerca del muro trasero.
Restos abiertos: Se suele tener la percepción de que un
jugador espigado encontrará virtudes en materia de servicio y recorrerá una vía
crucis en cuestiones de devolución. Haciendo una aproximación general, los
competidores con mayor reserva de centímetros no suelen ser aquellos cuya
capacidad de respuesta resida entre las más destacadas de la disciplina. Con el
centro de gravedad situado a mayor altura, la explosividad de salida tiende a
ser algo menor que la presente en jugadores más recortados. No obstante, la
envergadura de su anatomía les proporciona una capacidad de alcance superior.
En este sentido, debieran encontrar terreno abonado para evitar el outhit. Es decir, para evitar ser
‘traspasados’ por los tiros angulados del oponente. En este caso, el servicio
abierto. Si vamos a estadísticas veremos que jugadores como el belga Rochus
(apenas 1,66m) recibe una cuota altísima de saques directos.
Inconvenientes
Bolas cortadas: Una circunstancia que los rivales, en aras de encontrar debilidades,
tendrán en cuenta para sacar valioso provecho. Cuanto mayor sea la estatura de
un jugador, mayor será el escorzo que deberá realizar para alcanzar pelotas de
vuelos bajos. En este sentido, aquellas esferas con efecto cortado deben
suponer un ejercicio mayúsculo de flexión para los gigantes de la disciplina.
Doblar el espinazo será un requisito a encarar con frecuencia y uno de los
elementos que más explotarán los oponentes buscando la incomodidad.
Movilidad: Con mayor frecuencia observamos casos de tenistas de
élite altos con solvente gestión del desplazamiento, incluyendo en la
afirmación la variante lateral. El estadounidense Isner, el argentino Del Potro
y, sobre todo, el polaco Janowicz pueden servir de ejemplo. Tres de los
competidores que ven el mundo desde el segundo metro y que muestran destrezas
de movilidad más depuradas de lo que su impronta pudiera anticipar. No
obstante, en términos generales, el superávit de centímetros tiende a imponer
cierto déficit. La coordinación requerida, por el mero volumen de los
elementos, incrementa de forma proporcional. La capacidad para responder a
contrapiés, al ser la carrocería a detener de superior volumen, precisa superior
habilidad para superar las dificultades. La altura no resulta incompatible con
un buen desplazamiento, pero exige mayores esfuerzos.
Armado
de brazo: La estatura encuentra correspondencia en las
extremidades. Por mera cuestión de proporcionalidad morfológica, una persona de
generosa estatura dispondrá igualmente de brazos largos. Contar con unas
palancas de grandes dimensiones requerirá mayor tiempo en su armado y, en
definitiva, mayor anticipación y coordinación para el golpeo. No necesariamente
presentan los gigantes el swing más largo del circuito. Ejemplos como el
español Almagro o el alemán Mayer, con un recorrido tremendo antes del impacto,
no se encuentran entre los más espigados de la disciplina. No obstante, la
necesidad de colocar un corpachón voluminoso en terrenos de disciplina técnica
para el golpe hace del armado de brazo otra de las barreras a salvar.
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