Sonntag, 16. Dezember 2012

Alturas: pros y contras de tener unos centímetros demás


El otro día, antes de comenzar un partido de la Copa del Rey, comenté con un compañero la dificultad que podía tener un tenista como Federer a la hora de jugar contra alguien como Del Potro. Al día siguiente, de hecho, se enfrentaron ambos, perdiendo el suizo. Y eso me llevó a reflexionar un poco sobre ese tema: Los tenistas más altos del circuito.

La presencia de jugadores de elevada estatura cobra especial presencia en el momento actual de la disciplina. Quiero repasar, con carácter general, los pros y contras que una carga generosa de centímetros pueden tener en el juego. Contemplar la vida a vista de pájaro. El plano picado. Contar con una perspectiva que ‘compite’ con la correspondiente al juez de silla. En un deporte donde uno de los principales objetivos reside en hacer volar una esfera sobre una cinta, contar con un extra de centímetros parece suponer una ventaja de serie. Sin embargo, como muchos aspectos de la vida, todo cuenta con luces y sombras. 


Ventajas
Pique elevado de bola: Estamos inmersos en una era de superficies ralentizadas donde el tempo de los intercambios tiende a desplazar la aguja de velocidad a la izquierda. Las esferas rara vez surcan el aire a ras de suelo sino que, con marcada frecuencia, levantan sus alas hacia el cielo. Así, una cuota importante de las pelotas que alcanzan la línea de fondo llega en altura considerable a las inmediaciones de devolución. Más cercanas a los hombros que a las cinturas. En este sentido, la zona ideal de impacto ha ido ganando centímetros con el paso de los años. Los tenistas con mayor estatura tienden a encontrar en el pique elevado de pelota una contribución a la comodidad.
Servicio: Quizá el aliado con mayor representatividad. Generalmente, un tenista de gran estatura lanzará a mayor altura la pelota, realizará el impacto de servicio a mayor altura y contará con más margen para salvar la red con el primer servicio. La perspectiva con la que cuenta es superior si la comparamos con la de aquellos compañeros a quienes la naturaleza dotó de menos centímetros verticales. Siendo la potencia del servicio una cuestión primariamente de técnica, las características anatómicas contribuyen a desarrollar un arma deportiva intimidatoria. Muchos de los cañoneros del tenis actual vienen acompañados por una estatura imponente.

Acciones de red: Se trata de un área del juego con menor incidencia que en épocas pasadas. La pesadez creciente de las superficies desplaza el tono de la conversación tras la línea de fondo, quedando la cuota de acciones cerca de los nudos en un plano marginal. No obstante, ese retroceso posicional de la actividad puede que convierta estas circunstancias de juego en algo especialmente útil. Tener buena mano para colocar una esfera de corto recorrido, obligará a un desplazamiento frontal terrible a un oponente habituado a sobrevivir cerca del muro trasero.
Restos abiertos: Se suele tener la percepción de que un jugador espigado encontrará virtudes en materia de servicio y recorrerá una vía crucis en cuestiones de devolución. Haciendo una aproximación general, los competidores con mayor reserva de centímetros no suelen ser aquellos cuya capacidad de respuesta resida entre las más destacadas de la disciplina. Con el centro de gravedad situado a mayor altura, la explosividad de salida tiende a ser algo menor que la presente en jugadores más recortados. No obstante, la envergadura de su anatomía les proporciona una capacidad de alcance superior. En este sentido, debieran encontrar terreno abonado para evitar el outhit. Es decir, para evitar ser ‘traspasados’ por los tiros angulados del oponente. En este caso, el servicio abierto. Si vamos a estadísticas veremos que jugadores como el belga Rochus (apenas 1,66m) recibe una cuota altísima de saques directos.

Inconvenientes
Bolas cortadas: Una circunstancia que los rivales, en aras de encontrar debilidades, tendrán en cuenta para sacar valioso provecho. Cuanto mayor sea la estatura de un jugador, mayor será el escorzo que deberá realizar para alcanzar pelotas de vuelos bajos. En este sentido, aquellas esferas con efecto cortado deben suponer un ejercicio mayúsculo de flexión para los gigantes de la disciplina. Doblar el espinazo será un requisito a encarar con frecuencia y uno de los elementos que más explotarán los oponentes buscando la incomodidad. 



Movilidad: Con mayor frecuencia observamos casos de tenistas de élite altos con solvente gestión del desplazamiento, incluyendo en la afirmación la variante lateral. El estadounidense Isner, el argentino Del Potro y, sobre todo, el polaco Janowicz pueden servir de ejemplo. Tres de los competidores que ven el mundo desde el segundo metro y que muestran destrezas de movilidad más depuradas de lo que su impronta pudiera anticipar. No obstante, en términos generales, el superávit de centímetros tiende a imponer cierto déficit. La coordinación requerida, por el mero volumen de los elementos, incrementa de forma proporcional. La capacidad para responder a contrapiés, al ser la carrocería a detener de superior volumen, precisa superior habilidad para superar las dificultades. La altura no resulta incompatible con un buen desplazamiento, pero exige mayores esfuerzos.



Armado de brazo: La estatura encuentra correspondencia en las extremidades. Por mera cuestión de proporcionalidad morfológica, una persona de generosa estatura dispondrá igualmente de brazos largos. Contar con unas palancas de grandes dimensiones requerirá mayor tiempo en su armado y, en definitiva, mayor anticipación y coordinación para el golpeo. No necesariamente presentan los gigantes el swing más largo del circuito. Ejemplos como el español Almagro o el alemán Mayer, con un recorrido tremendo antes del impacto, no se encuentran entre los más espigados de la disciplina. No obstante, la necesidad de colocar un corpachón voluminoso en terrenos de disciplina técnica para el golpe hace del armado de brazo otra de las barreras a salvar.





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