Freitag, 15. März 2013

Unas recaudaciones, un hotel y el nacimiento de Indian Wells

Continuando la indagación en las historias que el tenis ha dejado a su paso desde su nacimiento en pleno siglo XVIII, y entre esos lustros que han ido transcurriendo mientras el tenis se hacía veterano y cada día más profesional, aparecen intrahistorias ocultas, aventuras desconocidas u orígenes a medio conocer que aprovecho para rescatar, valorar y descubrir. Hoy me detengo en el nacimiento y auge de uno de los torneos top del calendario, de un torneo especial y diferente, de un torneo muy galardonado y con una de las dotaciones en premios más cuantio-escandalosas de toda la temporada, hablo, cómo no, de Indian Wells.




Para hablar de historietas que ha vivido este torneo podría empezar por lo ocurrido el año pasado con el virus intestinal contagioso que afectó a jugadores y jugadoras, periodistas y aficionados, árbitros y recogepelotas; se podría seguir contando de dónde proviene la ingente cantidad de dinero que se invierte en este torneo y por qué es uno de los que más prize money tiene, o por qué en este torneo todos los tenistas tienen un coche por completo a su propia disposición, o cuál es el origen de sus impresionantes instalaciones, sin olvidar lo que daría de sí el terremoto de este año que ha acongojado a media élite mundial del tenis en California… Pero me voy a centrar en el origen de este torneo. Por qué surge, cómo surge, y cómo ha crecido hasta convertirse en uno de los preferidos por los tenistas y en uno de los torneos ATP y WTA más exitosos.

El comienzo de las cosas más grandes siempre está en otras mucho más pequeñas; y cada vez que una entra a investigar, descubre que aquella estrella internacional resulta que empezó jugando en un garaje, que aquél espectacular entrenador antes era un humilde instructor de minitenis, que una carrera meteórica empezó perdiendo en futures o que tal árbitro referencia fue un profesional frustrado por una pronta lesión de rodilla. Así es también el comienzo del supertorneo de Indian Wells, uno de los que lucha por el honor de ser ‘quinto Grand Slam’. Un mísero evento para recaudar fondos, que después iban directos a las asociaciones e iglesias que se encargaban de ayudar a los más necesitados de la zona, que era Arizona. Hecho queda el juego de palabras.

Un origen así de humilde. Un torneo ATP con fines benéficos. Parece mentira que de esta forma fuera viendo el rostro actual que presenta el torneo, sin duda uno de los más pudientes. Todo ocurrió de forma rápida y en un escaso período de tiempo que transformó aquél humilde torneo en un serio aspirante a ‘Grand Slam’, objetivo que finalmente no alcanzó.

Tras dos ediciones de torneo benéfico en Tucson (Arizona), los ‘American Airlines Tennis Games’, nombre original, pasaron a disputarse en Palm Springs durante tres años, y otros dos más en Rancho Mirage, muy cerca. El torneo permanecía como un humilde evento en la costa oeste de Estados Unidos. Sin embargo, llamó poderosamente la atención de, por aquel entonces, un importante extenista puertoriqueño con multitud de negocios, miembro del consejo directivo de la ATP. Charles Manuel Pasarell Jr., más conocido como Charlie Pasarell, miembro desde hace apenas unos días del International Tennis Hall of Fame, hoy con 69 años y que fue presidente del torneo de Indian Wells hasta el 2011, es el protagonista de toda esta historia. él, y nadie más, es el auténtico arquitecto y albañil de esta majestuosa obra conocida como Indian Wells, promocionada hoy como BNP Paribas Open.

Profesor y director de tenis del lujoso Hotel ‘La Quinta, impregnado del postín de tal enclave, soñó con crear un gran torneo que tuviera como alma las facilidades. Facilidades a todos y en todo, a los aficionados y a los profesionales, empezando por los tenistas pero siguiendo también por la prensa, sin descuidar a los voluntarios y a tantos otros.Nadie quedaría fuera de la pompa que sería aquél torneo. Lo pensó, lo diseñó y él mismo se encargó de convencer al consejo de la ATP para que trasladara el torneo de Valle Coachella al mencionado hotel, así como de convencer a los propietarios del hotel para que invirtieran mucho dinero en aquél evento, construyéndose instalaciones mucho mayores de las existentes, empezando por la gran promesa de Pasarell: un estadio enorme para aquél momento y jurando y perjurando que el torneo, sí o sí, ‘seguiría creciendo’. Ambas premisas terminaron cumpliéndose. 



7.500 espectadores entraban en aquél majestuoso ‘Stadium del Hotel La Quinta’, cercano a las instalaciones de Disney World. Fueron seis brillantes ediciones (1981-1986) en aquel encantador hotel que adoraban los tenistas. Allí fueron campeones Jimmy Connors,Yannick Noah o José Higueras, entre otros. El torneo, paso a paso, se estaba consagrando. A Pasarell siempre se le criticó como tenista porque aún a pesar de su gran toque, sus magníficos golpes (sólo comparables a los de Arthur Ashe, cuentan) y su enorme talento, nunca se preparó físicamente como debía y nunca fue lo suficientemente ágil como para aspirar a los Grand Slams. De nuevo, el toque y la calidad se imponía en su talento, de forma que dejaba a todos boquiabiertos, pero esta vez como director de torneo sí gozó de agilidad y potencia; en apenas seis ediciones el torneo se había transformado en referencia. Un torneo potente y un torneo con mucha muñeca, a la par. En su final de 1982 Noah arrebató el título a Ivan Lendl (6/4 2/6 7/5), poniendo fin a su racha de 44 victorias consecutivas, y con ello sellando una página que aún permanece en los anales de la historia del tenis. Fue el primero de los muchos hitos del tenis mundial que han tenido lugar en este torneo de marzo.

El torneo era fantástico, pero Pasarell quería aspirar a algo más: quería conseguir que lo catalogaran como ‘título major’, como ‘el quinto Grand Slam’. Comenzó entonces un plan “fácil de explicar y difícil de ejecutar” como contó el propio protagonista al periódico del torneo. Consistente en: “construir la popularidad del evento desde y con los jugadores, aficionados, patrocinadores y medios de comunicación, todo a través de excelentes instalaciones, de una minuciosa atención al detalle, de garantizar una fuerte competencia entre los tenistas, logrando una proyección mediática al máximo nivel por todo el globo y emitir cuanto se pudiera vía televisiva para garantizar el alcance a todos los hogares posibles”.

Para dar ese paso adelante, dejó de contar con el apoyo de los directores de ‘La Quinta’, pero él no se resistió y desplazó el torneo allí donde las facilidades fueran aún mayores y las instalaciones aún más espectaculares. Así llegó el torneo a Indian Wells, en 1987, y desde entonces no se ha vuelto a mover, ni lo hará. Las instalaciones siguen creciendo y para el año próximo ya ha empezado la construcción de un nuevo estadio (8.000 asientos), 4 nuevas pistas de entrenamiento, 2 nuevos restaurantes, un nuevo y mejorado campamento para las televisiones y ampliación y extensión de muchos otros aspectos, como el parking, las avenidas, etcétera. Un camino hacia la excelencia que sigue su curso.

En los ’80, para construir el nuevo gran estadio de tenis y poner las bases para, por todos los medios necesarios, seguir creciendo, Pasarell y su cercano amigo Raymond Moore crearon la sociedad PM Sports Management, en la que junto a otros inversores diseñaron, desarrollaron y operaron un complejo hotelero de lujo y tenis en las cercanías de Indian Wells. Pasarell Newsweek, fue el patrocinador principal y todos unidos consiguieron que Indian Wells se convirtiera en el hogar perfecto para uno de los mejores torneos del mundo. Sin que pareciera posible, cada temporada el torneo mejoraba.


























En 1987 todo se estrenó en lo que son las actuales instalaciones (que, no obstante, han seguido adaptándose y perfeccionándose pero son esencia las mismas y en idéntico emplazamiento), con el estadio principal (capacidad para 10.000 espectadores entonces, algo más de 16.000 en la actualidad), hoy la segunda pista de tenis más grande del mundo. No obstante, para ser un grande del circuito le faltaba algo: las mujeres. En una senda ciertamente llena de obstáculos y con menos apoyo, poco a poco las existentes exhibiciones femeninas se fueron transformando en un torneo WTA oficial a disputar allí mismo pero en diferentes fechas. Por fin en 1996 todo el tren estaba en marcha, y el rendimiento al máximo. También las chicas, y de forma paralela, tenían cabida en aquel evento e incluso se promocionaba el dobles, era difícil imaginar un torneo con algo más, pues el cuadro se amplió hasta disputarse 4ª ronda antes de cuartos de final, como únicamente se hacía en los grandes. Necesariamente la competición se amplió a dos semanas, lo que terminó por conferirle un halo de Grand Slam que aún hoy mantiene, y que como ven no es una mera casualidad sino una búsqueda interesada por seguir el ejemplo de Wimbledon, Roland Garros, Open de Australia y US Open.



Un cambio en las participaciones, cayendo en manos de ilustres enamorados del tenis como George Mackin o Bob Miller (creadores de la revista Tennis), de la USTA, o de exprofesionales como Pete Sampras, Billie Jean King o Chris Evert, así como la colaboración con una entregada ciudad de Indian Wells y el famoso Club de Tenis Indian Wells Tennis Garden, han asegurado el éxito futuro de este torneo por muchos años más. Lo que no hizo más que confirmarse de nuevo con la firma en 2009 del nuevo patrocinio con la poderosa BNP Paribas.
Un torneo especial, un torneo bonito, un torneo competido, un torneo lujoso, un torneo detallista, un torneo, en definitiva, soñado. Y, aún no siendo Grand Slam, sueño cumplido, señor Pasarell. Como dijo Bill Dwyre, analista en Los Angeles Times, “estamos, señores, ante el Camelot del tenis. Difícil no dejarse seducir por el torneo perfecto, soñado por Charlie Pasarell en medio del desierto”.




Dienstag, 12. März 2013

Andy Murray: premio Laureus e irregularidad en Masters 1.000


El doble medallista en Londres 2012 y campeón del US Open vio reconocido su gran paso adelante de 2012 en los ‘Oscar de los Deportes’. Andy Murray (Dunblane, 15- 05-1987) ha sido galardonado con el Premio Laureus a la revelación del año en la gala celebrada en Río de Janeiro. El tenista escocés superó en la votación del jurado al futbolista brasileño Neymar, el nadador francés Yannick Agnel, la gimnasta estadounidense Gabby Douglas, el atleta granadino Kirani James y la nadadora china Ye Shiwen.




Pero lo que realmente me interesa, y aprovechando su presencia en el Paribas Open o, lo que viene a ser lo mismo, el Indian Wells, es hablar de la irregularidad de este tenista en los Masters 1.000La categoría de oro ATP representa un caballo de difícil doma para el tenista de Dunblane en los últimos tiempos. Un auténtico vivero de puntos disponibles donde poder recortar terreno y plasmar en las clasificaciones oficiales el crecimiento deportivo experimentado en los últimos meses. En Indian Wells, donde podría ascender al segundo peldaño del escalafón, tiene la primera piedra para empezar a consolidar el asalto definitivo.

Pese a completar la mejor temporada de su trayectoria deportiva, Andy echó el cierre al curso 2012 a más de 5.000 puntos de la cabeza. Convertirse en el primer británico en alcanzar la final de Wimbledon en los últimos 74 años, despojarse de los grilletes psicológicos al clavar los dientes sobre la presea dorada en los Juegos Olímpicos de Londres o conquistar su primer Grand Slam en Nueva York fueron algunos de los hitos sellados por el fornido atleta de Dunblane. No obstante, pese a morder repetidas veces la historia, su distancia respecto a la cabeza de la disciplina seguía siendo notable.

El tenis, con un calendario cuyo sol sale en enero y no desaparece hasta noviembre, requiere de una regularidad sin fisuras durante largo tiempo. Brillar de forma esporádica, aun haciéndolo en los escenarios más brillantes del trayecto, no asegura más que unas breves gotas de gloria en cuando a liderazgo se refiere. Ser capaz de reiniciar el sistema y acudir a cada torneo con garantías de pelear hasta las últimas rondas representa un requisito fundamental para optar a los puestos de privilegio.

Última temporada de Andy Murray en Masters 1000
París-Bercy | Octavos de final
Shanghai | Final
Cincinnati | Octavos de final
Canadá | Octavos de final
Roma | Octavos de final
Montecarlo | Cuartos de final
Miami | Final
Indian Wells | Segunda ronda
Como nota curiosa podemos destacar que el británico fue el único top5 que cerró la temporada sin ser capaz de alzar un cetro de la primera categoría ATP. No debe ser confundida la estadística con criterio reduccionista, y ponderar sobre la incapacidad de Andy para bregar en este tipo de eventos pues hasta ocho campeonatos de tal calibre brillan en su vitrina, habiendo capturado todos los disputados sobre cemento al aire libre a excepción del presente Indian Wells. Además, durante 2012 el escocés pisó dos finales y dispuso de hasta cinco pelotas de partido para haber amarrado el título de Shanghái. Lo realmente llamativo, sin embargo, llega al contemplar el cuadro completo de la temporada. 

En cinco de los ocho eventos de la categoría disputados en 2012 fue incapaz de superar los octavos de final, únicamente superando en dos de ellos el antepenúltimo partido (incluyendo derrotas ante el #32, #69 y #92 del circuito masculino). Dicho de otra manera, en cinco de los ocho Masters 1000 donde firmó presencia durante la campaña anterior, el británico cerró su participación con una o ninguna victoria en el zurrón. Un bagaje paupérrimo para el tercer jugador del mundo. 

Para tomar conciencia de la porosidad mostrada por Andy, basta contrastar lo siguiente: Nadal sumó más puntos en Masters 1000 que Murray durante 2012 pese a haber jugado tres torneos menos que el británico. Y la brecha se estira por encima del millar de puntos (2810 de Rafa respecto a 1750 de Andy). Para tener una percepción más gráfica de la brecha de rendimiento existente entre Murray y el resto de grandes estrellas del circuito masculino en este tipo de torneos, basta calcular la obtención porcentual de puntos obtenidos en los torneos ATP más importantes del año. Tendremos en cuenta al conocido como Big4 y apreciaremos de inmediato el déficit presentado por el competidor de Dunblane.



Roger Federer (62.75%), Novak Djokovic (59.4%), Rafael Nadal (56.2%), Andy Murray (21.8%). El tenista escocés rinde tres veces por debajo que el resto de líderes masculinos. Mientras helvético, serbio y español rondan el 60% de puntos posibles recogidos, el escocés a duras penas recolecta una quinta parte de lo que la competición le ofrece. Una grieta, aunque apaciguada por su rendimiento en Grand Slam –tres finales consecutivas-, que termina por mantenerle notablemente apartado por la primera posición del circuito.

Incluso, jugadores con menor recorrido en este tipo de eventos como David Ferrer (estrenó palmarés el pasado curso en Bercy) y Tomas Berdych (un título ocho años atrás y dos finales) fueron capaces de obtener un botín de puntos superior al competidor británico. Es decir, el tercer jugador del mundo descendió su caché hasta el sexto puesto en torneos de Masters 1000 durante los últimos 12 meses

Andy cambió su ruta respecto a anteriores campañas y se volvió a recluir en Florida para trabajar a fondo su cuerpo de cara a la siguiente cita. Poner en marcha la maquinaria para cada torneo configura un modo de actuar adquirido por el escocés, buscando una regularidad roída en los últimos tiempos. 
En el último ciclo de Grand Slams, Murray presenta un balance muy parecido al del número 1 del mundo. Ambos alcanzaron tres finales, ambos sellaron un título y ambos quedaron a las puertas de la gloria en el major restante (semifinalista Novak, cuartofinalista Andy). Pero haciendo balance en Masters 1000, una distancia de 5.100 puntos separa a ambos en las listas oficiales.


Los Masters 1000, en términos globales, reparten más puntos que los Grand Slam. Y el escocés es plenamente consciente del esquema a trabajar. Conoce los puntos de mejora. Indian Wells, donde comenzó la tortura de 2012,  le ofrece la primera gran oportunidad para recortar terreno. Puede salir número 2 del mundo pero, sobre todo, puede empezar a convencerse de pulir una regularidad para luchar por lo más grande: soñar con habitar el ático de la disciplina.